Tres verdades fundamentales de nuestra fe

Publicado el 1 de junio de 2025, 14:16

Tres verdades fundamentales de nuestra fe: la elección divina de los imperfectos, el poder transformador de descansar en Cristo y el llamado a la santidad que fluye de Él. Ahora, permítanme unificar estos poderosos conceptos en una sola y gloriosa verdad que redefine nuestra jornada cristiana.

La Santidad en el Descanso del Imperfecto Elegido por Cristo

Consideren la asombrosa realidad de los discípulos. No eran "santos" por naturaleza, ni "rectos" en su moralidad perfecta, ni "estudiados" en teología formal. Eran hombres y mujeres comunes, con defectos evidentes y debilidades humanas. Sin embargo, fueron elegidos por Cristo. Esta elección no fue un reconocimiento de su mérito previo, sino una manifestación de la soberana gracia de Dios.

Aquí radica la clave: a pesar de sus imperfecciones, fueron escogidos para una obra divina. Su "trabajo arduo en su yo humano" no fue un esfuerzo desesperado por ganar la santidad, sino una respuesta de obediencia y entrega al llamado de Jesús. Se despojaron de sus viejas vidas para seguirle, aprendiendo día a día a depender de Él.

Esta dependencia nos lleva al segundo punto vital: el descanso en Cristo. El verdadero cambio no se produce por nuestro frenético esfuerzo de "arreglar" nuestras vidas o de alcanzar la santidad por nuestras propias fuerzas. ¡Al contrario! El cambio genuino y la transformación profunda surgen cuando descansamos en Cristo. Como dice la expresión, "Calma, que no panda el cúnico". Dejar de lado la ansiedad y la autosuficiencia es crucial.

Este descanso no es pasividad, sino una entrega activa. Es reconocer que "el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (Filipenses 1:6). Cuando clamamos a Él, cuando depositamos nuestras debilidades y anhelos de cambio a Sus pies, es entonces cuando Su gracia obra poderosamente en nosotros. El cambio viene porque lo pedimos, sí, pero lo más importante es que lo pedimos descansando en Su poder y no en el nuestro.

Este descanso nos conduce directamente a la santidad de Cristo. No buscamos una santidad autoimpuesta o legalista, sino una santidad que es Suya. La santidad que anhelamos y a la que somos llamados es la de Cristo obrando en nosotros. "Sed santos, porque yo soy santo" (1 Pedro 1:15-16) no es una demanda inalcanzable, sino una invitación a ser conformados a Su imagen a través de Su Espíritu Santo.

Por lo tanto, la conexión es indisoluble: Los discípulos, imperfectos pero elegidos, no alcanzaron la santidad por su propio esfuerzo, sino al descansar en Cristo, permitiendo que Él obrara en ellos y les capacitara para buscar y reflejar Su santidad. Nuestra propia jornada es similar: Dios nos elige en nuestra imperfección, nos llama a descansar en Su obra redentora y, al hacerlo, nos transforma progresivamente a la imagen de la santidad de Cristo.

En resumen, la santidad no es un destino que alcanzamos por mérito propio, sino un viaje continuo de transformación que comienza con la elección de Dios, se nutre del descanso en Cristo y se manifiesta en la santidad de Cristo reflejada en nuestras vidas por el poder del Espíritu Santo.

Que esta verdad nos llene de esperanza y nos impulse a una mayor dependencia de nuestro glorioso Salvador.

¿Qué pensamientos o preguntas les surgen al considerar esta conexión?

Amado Padre Celestial,

Te damos gracias por la maravillosa verdad de que, aunque somos imperfectos, nos has elegido en Cristo. Gracias porque no dependemos de nuestra propia fuerza, sino que podemos descansar en Ti, sabiendo que Tu obra en nosotros es completa. Ayúdanos, Señor, a buscar cada día la santidad de Cristo, permitiendo que Tu Espíritu nos transforme más a Su imagen. Que nuestras vidas reflejen Tu gloria y Tu amor.

AMEN!

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