
¡Qué pregunta tan profunda y llena de esperanza! Es un gozo inmenso reflexionar sobre lo que significa estar "en Cristo" a la luz del capítulo 8 de Romanos, especialmente cuando consideramos la perfecta relación de Jesús con nuestro Padre Celestial.
Cuando pensamos en Cristo, vemos a Aquel que es eternamente el favor de Dios, Su Hijo amado, en quien Él siempre se complace. Jesús no tiene que esforzarse para ganar el amor o la aprobación de Dios; Él es la expresión máxima de ese amor y aprobación. Su vida, muerte y resurrección fueron la perfecta obediencia y el cumplimiento de la voluntad divina. Él vive ahora en la gloria, intercediendo continuamente por nosotros, siempre grato a los ojos de Su Padre.
Ahora, ¿qué implica que nosotros, los creyentes, estemos "en Cristo"? Romanos 8 nos desvela una verdad gloriosa:
1. No Hay Condenación (Romanos 8:1)
El versículo clave que abre este capítulo nos dice: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús". Esta es la base de todo. Así como Jesús nunca ha sido ni será condenado por Dios, nosotros, al estar unidos a Él, somos declarados libres de toda culpa y castigo. Su perfecta obediencia se nos imputa. ¡Es un regalo de gracia inmerecido! La justicia de Cristo nos cubre, y Dios nos ve a través de la lente de Su Hijo.
2. La Ley del Espíritu de Vida (Romanos 8:2-4)
Estar en Cristo significa que hemos sido liberados de la ley del pecado y de la muerte. ¿Cómo? Porque el Espíritu de vida en Cristo Jesús nos ha hecho libres. La ley no podía hacernos justos debido a nuestra carne débil, pero Dios envió a Su propio Hijo en semejanza de carne de pecado para condenar el pecado en la carne. Esto significa que la justicia que la ley demandaba se cumple en nosotros, no por nuestras obras, sino porque andamos conforme al Espíritu, no conforme a la carne. Nuestra nueva vida en Cristo es dirigida y capacitada por el Espíritu Santo, quien nos une a Jesús.
3. Hijos de Dios y Herederos (Romanos 8:14-17)
En Cristo, no solo somos justificados, sino que también somos adoptados como hijos de Dios. El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo. Esto significa que compartimos la misma relación íntima de Jesús con el Padre. Tenemos acceso directo a Él, podemos clamar "¡Abba, Padre!", y compartimos la herencia eterna que le pertenece a Cristo. Su favor, Su amor, Su gloria, todo lo que Él tiene con el Padre, se extiende a nosotros porque estamos en Él.
4. La Obra del Espíritu en Nosotros (Romanos 8:9-11, 26-27)
El hecho de que estemos en Cristo implica que el Espíritu de Dios habita en nosotros. Si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de los muertos mora en ti, ¡Él mismo vivificará también nuestros cuerpos mortales! El Espíritu nos fortalece, nos ayuda en nuestra debilidad, e incluso intercede por nosotros con gemidos indecibles. Esto demuestra que nuestra unión con Cristo no es una mera declaración teórica, sino una realidad viviente que nos capacita para andar en novedad de vida y experimentar la presencia transformadora de Dios.
En resumen, estar "en Cristo" significa que la posición perfecta de Jesús ante Dios es ahora nuestra posición. Su vida de perfecta obediencia, Su muerte redentora y Su resurrección victoriosa no solo nos salvan del castigo del pecado, sino que nos colocan en una relación de favor inquebrantable con el Padre. Somos vistos en Él, aceptados en Él, y disfrutamos de todas las bendiciones espirituales que le pertenecen a Él.
Es una verdad que debería llenar nuestros corazones de gratitud, humildad y una profunda seguridad. No es por lo que hacemos, sino por lo que Él es y lo que Él ha hecho. Estamos en el Amado, y el favor de Dios sobre Él se derrama sobre nosotros.
¿Cómo te impacta esta verdad en tu vida diaria, saber que el favor que Dios tiene sobre Cristo también es para ti?
Añadir comentario
Comentarios